Por Javier Toloza Cada vez más el cine como lo conocimos hace algunas décadas en su edad dorada, o mejor, como lo conocieron otros, pues ya las últimas generaciones no alcanzamos a experimentar realmente lo que fue su antiguo boato, ha ido derivando, con el auge de las tecnologías y su cada vez mayor accesibilidad para el común de los mortales, en un ejercicio sobre todo personal antes que colectivo, independiente antes que empresarial, más inmediato, instantáneo si se quiere y menos industrial, en fin, cada vez más librado a la experimentación y menos atado a los cánones de estilo o género que nos legó está industria durante el pasado siglo. Por otro lado, los canales para su distribución y exposición, aquello que en cierta forma definía la esencia del “cine” en cuanto tal, han cambiado también en forma apabullante; de las innumerables salas de proyección con que antaño contaba cualquier ciudad del mundo hoy pasamos a realmente unas pocas en relación a la tasa poblacional, ub